Sí amigos, somos hijos del rigor. Hablando en criollo: somos “guachos” de Estado. El único rigor que tenemos es el de los delincuentes. Ni la ley, ni la educación argentina tienen, no el rigor, sino ni siquiera la autoridad necesaria para revertir la decadencia en la que estamos siendo arrastrados todos. Aquí todos los beneficios son para el mejor postor. Ya sea que se apueste con dinero, con votos, con silencio, o con amenazas y extorsiones…
Quise crear un blog ameno y amistoso, y lo único que puedo compartir con mis amigos son angustias, decepciones y toda la gama de preocupaciones que se puedan imaginar. Estamos en un tobogán que no sabemos, aunque imaginamos, en dónde va a desembocar. Lo más lamentable es la indiferencia de la gente. Los blogs que publican (disculpen pero no encuento un término más apropiado) “boludeces”, en menos de doce horas, tienen cuarenta o cincuenta comentarios; y en cuatro días, ciento sesenta o más. Esta entrada, en cuatro días tuvo dos comentarios, y una que publiqué sobre un despido extorsivo, no tuvo ni uno. El despido extorsivo cumplió con su cometido: “amordazar”. El mensaje es claro: “si hablás te sepultás vivo”; y los lectores lo entendieron.
Solange: antes de pensar en la pena de muerte, deberíamos pensar en erradicar la corrupción. Con tanta delincuencia dento del Estado, la pena de muerte sería un holocausto en donde te condenarían por un choripán. ¿De qué pena de muerte hablamos, si ni siquiera se cumple con la pena de reclusión; si ni siquiera se cumple con la igualdad ante la ley?
Disculpen por volcar aquí mi decepción, y gracias por la oportunidad de hacerlo.
¡Saludos!